Un vuelo sin retorno. Tercera Parte

Imagen

Caminó de un lado a otro de la calle 12 con los ojos clavados en la ventana del apartamento donde vivían su ex esposa y sus hijos. Sólo apartaba la vista para limpiarse las lágrimas que le impedían seguir mirando la tétrica escena en busca de una explicación. Gritaba, preguntaba, maldecía, daba puños al aire, golpeaba el piso con fuerza. Entretanto, Santiago intentaba detenerlo, buscaba una manera de contener esa ira, esa impotencia, ese dolor indescriptible que se apoderaba de su progenitor.

Nada colaboraba para darle un rápido trámite a la estremecedora situación. Valentina había caído en una terraza perteneciente a unas oficinas que ocupaban todo el piso cuarto y por la hora y el día se encontraba cerrado, por lo cual los bomberos, que habían sido llamados por la administradora al enterarse de lo sucedido, debieron subir desde el tercer piso con unas escaleras para poder llegar al cuerpo sin vida de la joven a fin de hacer el levantamiento, para el cual se hizo presente además el CTI de la Fiscalía.

Puede que sea la rutina, la costumbre de ver situaciones similares día tras día, que lo que antes los conmovía profundamente se haya convertido en nada más que un trámite, una diligencia más, pero parece que los agentes que acudieron en julio de 2006 a entrevistar a una aquejada y dolida madre carecían del mínimo tacto para atender un caso como este: “Zapato izquierdo a ocho metros del cadáver. Fractura en la parte posterior del cráneo”, telegrafió en voz alta uno de los oficiales en plena sala de la casa de la recién fallecida, en frente de su madre, su hermano, su padre y el compañero sentimental de su madre.

Imagen

-¿Piensa usted que fue suicidio?- “¡No!” Contestaba segura su mamá. -¿Drogas?-, “No”. -¿Problemas con la familia, con el novio, en el colegio?- “No y no”, continuaba respondiendo con seguridad y atravesando con dolor este terrible interrogatorio carente de la mínima consideración. Después de un par de horas de preguntas insidiosas, Elkin y Santiago, su Padre, la nueva esposa de éste y su suegra conciliaron el sueño agotados y agobiados. María del Rosario no lo logró, sólo esperaba que fueran las siete de la mañana para llamar a Medellín a avisar a su familia de la trágica pérdida. No aguantó y a las seis y media de la mañana llamó a su hermana, momentos antes de salir a medicina legal por los despojos mortales de su pequeña. Ambas hermanas rompieron en llanto con la llamada.

El dictamen de la Fiscalía señaló que todo fue un desafortunado accidente. Que sucedió cuando la niña trató de escaparse a una fiesta con sus amigos, y, sabiendo que no tenía permiso por sus resultados académicos, decidió pasarse al cuarto de al lado por la ventana para evitar abrir la puerta que hiciera retumbar las paredes dedrywall, y así salir silenciosa burlando la adormilada guardia de su hermano. Intentó la osadía amarrando sábanas a su cuerpo en un extremo y a la pata de su cama en el otro, como una ingenua medida de seguridad, con tan mala suerte que resbaló y al no resistir su peso, los nudos se deshicieron haciendo que cayera impotente hacia el abismo, desatando ese mal sueño, esa pesadilla para su familia. Esa implacable realidad.

La pesadilla no llegaba a su fin. Debido al desarrollo corporal de Valentina, los médicos de Medicina Legal no creían que apenas estuviera próxima a cumplir 14 años, pensaban que tenía cerca de 18, por lo que pedían a su acongojada madre entregar el certificado de nacimiento para poder hacer entrega del cuerpo para la realización de las exequias. Afortunadamente, un compañero de trabajo de María del Rosario movió sus influencias con el sindicato de la institución y permitió que este calvario burocrático llegara a su fin. No obstante, el arduo y tortuoso camino que esta familia debía recorrer, apenas comenzaba. Tan sólo unas horas atrás ninguno de sus miembros hubiera imaginado lo que este nuevo día traería consigo. Más adelante vendrían sacerdotes, lágrimas, sentidos pésames, psicólogos, pastillas para dormir, terapias, retiros espirituales, angustia, dolor…

Imagen

En este nuevo día ya no estaba a su lado esa niña linda y querida, de sonrisa alegre y dientes grandes, de ojos claros y penetrantes. De pensamiento acucioso y profundo. De mente brillante y escudriñadora, que leía porque le gustaba, que decía las cosas porque así las sentía, aunque a veces prefiriera escribirlas. Que dormía todo el día y vivía siempre encerrada en su cuarto. Que peleaba con su hermano, que discutía con su mamá, que adoraba a su gata y que veía la vida de una forma que nadie más la veía. Que a veces era niña y a veces era mujer. Que dejó con su partida una huella imborrable en quienes la conocieron, quienes aún la recuerdan y desean que nunca se hubiera ido. Valentina Muñoz Calvo aún está en la mente de su hermano, de su madre y de su padre, de sus familiares y amigos, todos los días, todas las noches, todas las mañanas.

Deja un comentario